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Ella, mi raíz

Siempre me han gustado las canciones de Natalia Lafourcade, tal vez hay alguna que no, por el exceso de miel, pero el punto es este: 

Hace algunos meses escuché Hasta la raíz, y recordé a un amor, a ese que después de muchos años aún provoca una sonrisa con sus recuerdos. 

Ya no está, ya no duele, ya es pasado. Pero mucho de lo que viví con él me hace ser quien soy hoy, es parte de mi raíz. 

Esta vez la volví a escuchar y recordé a alguien que amo y la canción penetró aún más, porque le dio significado al sentimiento que ahora guardo. 

Mi abuela murió un mes atrás de esta publicación. Su pérdida ha sido dolorosa, quienes han padecido una saben a qué me refiero. Creí que iba a ser un proceso difícil de llevar, pero hasta la fecha he tenido una mezcla de muchos sentimientos. 

Ya no está, su voz ya no se escucha en la casa. 

“¡Mamí, siéntese!”, ya nadie le pide que se deje de levantar durante el almuerzo y ya no hay quien pregunte “¿Cómo le fue mamaita?”. 

Hoy escuché de nuevo la canción, y esta vez de verdad la escuché. 

Les dejo la letra, para que comprendan a qué me refiero: 

Sigo cruzando ríos, andando selvas, amando el sol.  Cada día sigo sacando espinas, de lo profundo del corazón. En la noche sigo encendiendo sueños, para limpiar con el humo sagrado cada recuerdo.

Cuando escriba tu nombre en la arena blanca con fondo azul, cuando mire el cielo en la forma cruel de una nube gris aparezcas tú, una tarde suba una alta loma mire el pasado, sabrás que no te he olvidado

Yo te llevo dentro, hasta la raíz. Y por más que crezca, vas a estar aquí. Aunque yo me oculte tras la montaña y encuentre un campo lleno de caña, no habrá manera, mi rayo de luna, que tú te vayas.

Pienso que cada instante sobrevivido al caminar y cada segundo de incertidumbre, cada momento de no saber, son la clave exacta de este tejido que ando cargando bajo la piel. Así te protejo, aquí sigues dentro.

Yo te llevo dentro, hasta la raíz. Y por más que crezca, vas a estar aquí. Aunque yo me oculte tras la montaña y encuentre un campo lleno de caña, no habrá manera, mi rayo de luna, que tú te vayas.

La abuela es mi raíz, y será por toda la eternidad lo que conforma mi ADN. 

Su legado está en mis ojeras permanentes, en los colochos arrepentidos. Su herencia está en mi vida, en cómo viva cada uno de mis días, y esa, es la mejor honra que puedo hacer a su memoria. 

Mucho de lo que viví con ella, me hace ser quien ahora soy.

Recordarla hoy, un mes después, me llena de sentimientos de agradecimiento, paz y satisfacción por todo lo que vivimos juntas, y comprendo que desde otro espacio ella es testigo de mi futuro.

Un beso hasta el cielo, mi Socorrito.

mde

Nuestra última foto juntas. 16 de enero, 2018.

 

 
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Publicado por en 20 de febrero de 2018 en Uncategorized

 

En la esquina

Cualquiera diría que para llegar más rápido era mejor buscar un taxi, pero la fila que se hizo en esa angosta calle me indicó que caminar era la solución. De verdad tenía que acelerar el paso porque no era un día para quedarme a oler las flores, así que las piernas dieron las zancadas más amplias que pudieron. Al mismo avanzaron los acordes en mis audífonos.

La ciudad es gris, se volvió gris. A veces ya no dan ganas de observar lo que sucede alrededor porque hay una sensación de vacío. -«¿Cómo quieres ser mi amiga? Si por ti daría la vida…» -esa canción empezó a sonar sólo para mí.

Sentí los pies pesados mientras me imaginé en una escena de película de terror, de esas en las que el protagonista no puede avanzar por más que quiera para escapar de su asesino. No había nadie persiguiéndome, bueno tal vez el tiempo experto en para hacernos sufrir.

Aunque tenía prisa, mi vista se fijó en un solo punto -aún no sé por qué- y pensé en cómo ese lindo y limpio lugar se veía tan solo, tan ignorado.

Resulta que esa tarde se encargó de hacerme aprender que TODO sucede al caminar, sí, en cada paso, en cada centímetro recorrido, TODA la vida pasa.

Yo me metí a una burbuja donde no había razón para prestarle atención a nada ni a nadie, y con cada paso mío, pasaba la vida, pero no solo la mía.

En el momento en que mi vista se detuvo en aquel parque , una mujer cruzó la calle, llevaba a un niño en brazos y a otro muy pequeño casi colgando de la manita, hizo maravillas para levantarlo cuando, a pesar de la lenta fila de carros, un taxi quedó muy cerca de golpearlos. La vida, sintió la vida.

A mi izquierda, sentado en una pequeña grada, un anciano estaba sumergido en un mundo de matemáticas para saber cuánto recibiría en la recicladora por las latas que, seguramente, recogió en el concierto de anoche. Olía a cerveza, por eso mi deducción. ¿Era esa su forma de ganarse la vida? Probablemente, sí. La vida, era el sostén de su vida.

Me detuve, sí. Dejé de caminar para sentir cómo las otras historias se convertieron en la mía.

Tres metros por delante, y cabizbajo, un joven llevaba un ramo de rosas que se veía más triste que él. ¿Cuál habrá sido el motivo de su decepción? ¿Será decepción o tristeza? ¿Será un corazón roto o un recuerdo? Él se veía más ensimismado que yo. No quise pensar más en su sentir, para no volverle a poner sal a mis heridas.

En menos de un minuto vi el suspiro de la vida, la resistencia, y el dolor. Fui testigo de un beso de despedida, una mentada de madre y un soez pero agraciado insulto.

La vida pasa en menos de un segundo y fue ella quien me lo enseñó aquella tarde.

 
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Publicado por en 19 de febrero de 2018 en Uncategorized

 

«Que tenga un buen día seño»

a3066c46-7cf0-4dbd-a726-3e2ff99723daDesde que empecé a trabajar en un horario poco habitual he podido observar algunas escenas, que pocos tienen el privilegio de presenciar.

Por muchos, en Xela, son conocidos estos dos hombres que aparecen en la foto. Ellos, don Ricardo -a la izquierda- y don José -a la derecha- están todos los días frente al Edificio Rivera, los dos se encargan de cuidar el estacionamiento y viven de las propinas que les dejan, a veces también lavan los vehículos, que por lo regular, se quedan toda la mañana, y que pertenecen a gente que trabaja en el sector.

Pero lo interesante, no es lo que ellos hacen, que para algunos podría ser algo común. Lo interesante, es que cada mañana, cuando llego a trabajar, he visto a don José extender sus manos al cielo, con sus ojos cerrados, mostrando una devoción tan grande; agradecer con todas sus fuerzas por un día más, por tener la oportunidad de tener un trabajo y pedir por tener un día bendecido. Después, durante el día, al saludarlo, siempre expresa una bendición, una sonrisa y el deseo de un buen día para todos. Al menos yo siempre me llevo un «que tenga un buen día seño, bendiciones para usted».

Hoy, al llegar, me encontré con la misma estampa, que sigue siendo un ejemplo para mí, pero esta vez incluía a Don Ricardo, su amigo, su compañero de trabajo. No pude resistirme a tomar la foto; lamenté la mala calidad de la cámara de mi celular, pero espero que la esencia de la escena llegue a ustedes.

Conteste para usted en silencio ¿Acaso agradecí hoy por un nuevo día? ¿Agradecí por mi vida, mi familia y mi trabajo? ¿Mantengo una actitud agradecida y humilde durante el día? ¿Soy amable con todos, incluyendo a los que no conozco? y lo más importante, ¿ya incluí a Dios como parte central de mi día?

No voy a hacer el llamado a la reflexión, de eso se encargará su propia conciencia. Solo voy a pedir que preste atención a lo que sintió y pensó cuando leyó este texto, y que, entonces sea usted quien piense en dar un próximo paso. Eso sí, hay que dar un siguiente paso, siempre, después de un momento de lucidez, de reflexión, siempre hay que dar un siguiente paso.

 
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Publicado por en 26 de noviembre de 2015 en Alimentar el alma, vivencias

 

A una mujer excepcional

A una mujer excepcional

Realmente ha sido poco o casi nada lo que he podido decir sobre la muerte de mi tía. Hace unos días escribí sobre la muerte de don Jacinto, un personaje muy querido de la universidad y que fue muy triste perder; pero hablar de mi tía se ha hecho un poco más difícil porque al empezar a escribir aparece un nudo en la garganta, tiemblan las manos y las palabras simplemente se escabullen.

La tristeza que hemos sentido en mi familia, no es un sentimiento egoísta de no querer perderla. Sabíamos que este momento llegaría, durante mucho tiempo nos preparamos todos, esposo, papás, hijos, hermanos, sobrinos, todos. La tristeza que hoy sentimos es de cierta forma un sentimiento enternecedor hacía alguien que vamos a extrañar por un tiempo. La tristeza de nuestro corazón no es devastadora, porque tenemos la certeza de ser una familia eterna y de volvernos a ver. La tristeza es la realidad de nuestra condición humana que nos hace recordar que aceptamos venir a ser probados para volver a un hogar eterno.

La tristeza irá pasando poco a poco y cada día dolerá menos, y solo quedarán los recuerdos, los que llenan el corazón y devuelven la sonrisa.

Mi tía Panchi, vivió cada instante de su vida con intensidad. Tengo recuerdos de mi niñez en donde lo principal era la risa, eramos mis hermanos, mis primos y yo muriendo de la risa, y en cada uno de ellos estaba ella, sí, siempre fue ella quien nos hizo reír a carcajadas con sus ocurrencias.

La vi casarse muy emocionada, acepto que no me gustaba la idea de que se casara y se la llevaran de mi (perdón tío Nestor, nunca te lo dije). La vi de mamá y me despedí de ella cuando se fue de Guatemala. La vi siempre feliz, a pesar de las luchas que tuvo.

Al ser diagnosticada con cáncer, su actitud me pareció un tanto extraña, pues, como muchos pacientes con cáncer, se espera que la depresión entre en sus vidas, no, mi tía no se deprimió. Durante estos dos últimos años la supe más fuerte que nunca, estoy muy segura que su fe aumentó más de lo que muchos de nosotros creemos. Si todo su vida la vivió con intensidad, estos dos últimos años no fueron la excepción.

Hoy le decimos adiós, nos despedimos de su cuerpo, más no de ella, ni de su corazón, sabemos que se adelantó para prepararnos el lugar donde va a esperarnos, que por un tiempo no podremos comunicarnos directamente, que su compañía nos hará falta, pero en estos momentos ella ya está libre de dolor, libre de todo sufrimiento y seguramente sonriendo como siempre.

Te amamos, tía Panchi, nos vemos pronto.

 
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Publicado por en 26 de octubre de 2015 en Uncategorized

 

¡Hasta pronto don Jacinto!

¡Hasta pronto don Jacinto!
Intenté buscar una foto de él, pero no hallé ninguna; al menos no entre mis archivos. (Si alguien tiene una por favor compártala).
 
Don Jacinto; nunca supe su apellido, solo sabía que vivía por «La Cuchilla», que todos los días usaba su bicicleta para llegar a la universidad. Era un hombre humilde que por muchos años se rodeó de universitarios, creo de ahí es donde se le contagiaba la jovialidad, a veces parecía aún más joven que muchos de los que estudiamos ahí.
 
Después de salir de la Universidad, lo encontré varias veces en la calle y recordaba mi nombre, ¿cómo?, después de tantos años, y miles de alumnos rondando por el campus ¿cómo era posible que recordara con exactitud nombres y rostros? De hecho sabía de mi graduación y que estaba estudiando comunicación. Sin duda un hombre excepcional.
 
Hace unos días, me enteré por publicaciones de mis ex catedráticos, que Don Jacinto había sido atropellado por un conductor ebrio. El sábado por la noche iba de camino a la U para cerrar las instalaciones, estuvo hospitalizado desde esa noche y hoy falleció. Era un hombre mayor, no se exactamente de cuantos años, pero tenía el espíritu de todos nosotros conjugados dentro de él. Dios dispuso y hoy está a su lado.
 
El «hombre de asombrero», ya está esperándonos y seguramente seguiremos siendo todos sus amigos. La Universidad Universidad Mesoamericana Quetzaltenango, no será la misma, hoy hay un gran vacío, pero en nuestros corazones vivirá por siempre el recuerdo de su sonrisa y cariño por todos nosotros que alguna vez pisamos esas aulas.
 
Hasta pronto don Jacinto, estoy segura que nos volveremos a ver.
 
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Publicado por en 21 de octubre de 2015 en Uncategorized

 

Estrellas a la altura

Aparece la gente elegante de Xela, esos de alcurnia, de antaño. Caminan por el centro con sus abrigos de piel. El abolengo se nota desde lejos. Empezaron las fiestas de independencia y la gente sale a caminar.

Las reinas llegaron hoy y el pueblo salió a verlas, a darle un recibimiento de altura. Parsimonia, garbo y caballerosidad, así las tratan y otra vez aparecen los de alcurnia. Brindan en el palacio de piedra, ríen y comparten otra Xela que muchos no conocen.

Con vestido y joyas me reconocen como su igual, pero hoy, en la esquina sostengo un vaso de atol, escucho bossa, veo a un trío de indigentes con igual número de perros. Pasaron justo frente a nosotros, sonrieron y la barbilla levantaron. Esta noche no fui parte de su grupo.

Esa es otra Xela, la conozco, la he vivido y me ha tentado a ser parte de ellos, pero prefiero que sea un vaso de atol el que me caliente hoy.

 
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Publicado por en 12 de octubre de 2015 en Uncategorized

 

La calle y la espera

02/09/2015

Llegar después de un tiempo y oler la tierra mojada –mejor dicho, el concreto mojado–, sentir los pies húmedos, el alma satisfecha y los ojos deleitándose de la urbanidad. Así el día en “La Sexta”. Desde tiempos inmemorables he escuchado sobre esa calle, muchas han sido historias lejanas, lo que cuentan algunos libros, otras han sido muchas historias cercanas, de esas que se sienten casi propias.

“Sextear” se convirtió en verbo, en vida. Sextear es recorrer, en sentido literal, caminar y caminar por el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala; sextear es ver lo peculiar del guatemalteco. Altos, bajitos, bien vestidos, de tacones, de tenis, ancianas, niños, parejas, payasos, esculturas, risas, gestos, cuidado siempre hay que tener precaución, mira a los lados, tampoco hay que andar tan campante abriendo la boca. Te pueden asaltar.

Un smoothie tropical es el que acompaña la tarde, una vez más me toca hacer tiempo mientras espero a que salga de trabajar. ¡Ay La Sexta! Tantas historias que te han tocado vivir. Las marchas, las revoluciones, la sangre de quienes preservas. Te veo y en algunos rincones pareciera que el tiempo se hubiera detenido. La primera vez que sexteé, fue cuando tenía cuatro años, la verdad no recuerdo mucho de lo que sucedió entonces, solo tengo en mi mente imágenes de la mano de mi papá comprando una cajita feliz, un sello rojo que venía dentro y con el que después tapicé mis cuadernos. Viene a la memoria también, un parque, vimos un mural –con los años me di cuenta que era el mural de Efraín Recinos en el Crédito Hipotecario Nacional–.

El cantante de la esquina ya amplificó sus gallos por cuarta vez con la misma canción “…ese toro enamorado de la luna, que abandona por la noche su lugar”; un quetzal, veinticinco centavos, con suerte un billete de cinco dentro de su cubeta, a él no le da pena pararse en La Sexta y novena para deleitar a su público. Él dice que lo importante es que con cada canción que canta se recuerda de su amada que ya partió; unas cuantas canas en su cabeza y las ojeras de noctámbulo resaltan su sentimiento por ella. La que perdió en físico, pero que ganó en alma por la eternidad.

“¿Qué postres tiene hoy? ¿querés un pastelito gordo? Mire, es que estamos celebrando, hoy me toca invitarlo”. Así dijo la señora de la mesa de enfrente. Ella lo ama, se nota en cómo lo mira, quien sabe si es un amor de esos de años, o será de repente un amor renovado, de esas segundas oportunidades que pegan más que la primera. De él no puedo asegurar nada, está de espaldas y no hay como verificar mis teorías, salvo el detalle de cómo toma su mano mientras hablan. No hay nada de romántico en la conversación, “es que mire, el café de Huehue es más rico, ya ve que su clima colabora para que ese café sea bárbaro”. No, no hay nada de romántico en estar hablando del clima de «Huehue», pero está la chispa. ¡Púchica! Es que de verdad se nota que se quieren. ¿Me dan envidia? Un poco, he de confesar; y es que bueno hoy toca esperar un poquito más a que salga del trabajo y entonces sea yo la que les provoque envidia a otros.

Hay elecciones en puerta y Guate le está dando cachetadas al mundo “civilizado” de cómo actuar pacíficamente para lograr cambios que hacía mucho tiempo añorábamos. Pero les juro que hoy no quiero pensar en eso, solo quiero disfrutar del letargo de la sexta, de los años dorados que dejó impregnados por sus rincones. Hoy solo quiero sextear para inspirarme mientras lo espero.

 
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Publicado por en 23 de septiembre de 2015 en Alimentar el alma, Alimentar el corazón, vivencias

 

Sonrisas del «mall»

18/07/2015

La idea era hacer tiempo mientras él atendía un asunto importante, algo que los cambios de planes tan repentinos habían obligado a que yo tuviera que esperar por un par de horas en un centro comercial cercano.

Se me olvidaba que era sábado, el día de salir a «vitrinear», porque de hecho así es, pocos son los que realmente pueden comprar en esas tiendas que nos han forzado a moldearnos a una vida tan gringa, tan lejana. ¿Será que yo estaba tan chapada a la antigua? Acostumbrada a las tardes tranquilas en el parque, un vaso de atol de elote, una buena platica, el frío del final de la tarde, ¿será que acaso era yo la que no entendía esa nueva dinámica social?

Los vi de todas las formas y tamaños, en todas la tonalidades, vistiendo ropa de marca -que habían comprado en una paca-, habían sonrisas por todos lados, pero pocas eran las auténticas.

La moda, por supuesto, todos tratan de vestir lo que está «in», pareciera que las pasarelas de las maquilas de Indonesia habían organizado un show en todo el centro comercial.

Teo González, un cómico mexicano, cuenta un chiste sobre un chico fresa que va a misa, los escucho hablar y me acuerdo de las frases a medio decir «como que tuviera una papa caliente en la boca» decía Teo, dentro de mí reía y pregunto de nuevo ¿Cuántos son auténticos?

En mi mesa un libro y un café querían que siguiera absorta en la historia tan apasionante que se interrumpía por estar viéndolos.

El área de restaurantes se convirtió en mi refugio esa tarde, bueno, ahora le dicen «foodcourt», en fin, cosas de estos lugares. A mi lado una pareja tiene su bandeja llena de comida, los celulares en las manos y uno más sobre la mesa, ninguno de los dos se hablaba, de vez en cuando ella le daba una mordida a una papita, él un sorbo a su bebida y así fue durante más de veinte minutos.

De frente en el pasillo, va la familia que se puso sus mejores galas para ir de compras al «mall», pero no llevaban ni una sola compra; papá de la mano con los niños, mamá con el bolso bajo el brazo buscando una excusa para chilerear la cartera que pidió al crédito y que aún no termina de pagar, cada quien con la mirada perdida, cada quien en sus propios asuntos.

Sábado, casi llegando la noche, ¿Quién diablos era yo para juzgarlos? Yo también estaba en otra realidad, el celular también me hizo su esclava por unos momentos, traté de justificarme diciendo que estaba sola y no había de otra para entretenerme.

Volví a observar detenidamente y de nuevo me surge la duda de los parques y los sitios de diversión, pero es que ahora lo divertido es pasear en un centro comercial, no importa que no compremos nada, al menos hay vitrinas para envidiar a los que salen con sus bolsitas con logos en los costados.

Mi libro espera, el café espera, yo espero un rato más y sonrío, ellos son felices así, al menos eso parece y yo no puedo cuestionarlos.

Me adapto, aquí y en China me adapto; pero si me preguntan siempre voy a preferir el frío, un atol de elote y las risas de mis hermanos.

Volví al libro y esperé un ratito más.

 
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Publicado por en 21 de septiembre de 2015 en Alimentar el alma, vivencias

 

Ayer te vi

Al fin te encuentro, fijate que desde hace rato hay algunas cosas que te quiero contar. Me las había estado guardando, porque las pocas veces que nos hemos encontrado, solo hemos podido saludar y seguir con las prisas del día.

Bueno, la cosa es esta. El otro día caminaba por las calles del centro, andaba cerca del mercado, por la parte de atrás de la Catedral, no sé si te recordás, pero hay un almacén de electródomésticos, la cosa es que como siempre las bocinas del negocio estaban a todo volumen, pero sonaba una canción, era salsa, y bastó tan solo un par de segundos para que la tonadita me trasladara a esa noche en que me la cantaste.Ya sabes de que canción hablo, fue hace tanto tiempo, pero creo que el recuerdo aún nos hace al menos sonreír.

A veces me pregunto, si es que todo lo interesante nos pasa mientras caminamos, porque te juro que mientras manejo en el carro, jamás pasa nada interesante. Salvo las mentadas de madre que doy a cada rato, pero bueno, eso ya no lo vuelve interesante.

Un viernes, me encontré a una señora que me saludó bastante emocionada, desde una distancia considerable me vio y caminó hasta donde yo estaba, pero me confundió con alguien más. Resulta que me parezco mucho a la hija de la prima de una amiga, que no veía desde hacía muchos años; tuve que aclararle mi falta de conexión con la sorpresa que ella esperaba encontrar, pero aún con eso me quedé un ratito platicando con ella, generalidades, el clima, los microbuses y sus choferes abusivos, que si los políticos, que está difícil la situación, los temas eran muchos pero en cierto momento, como que volvió a la realidad y se dio cuenta que yo era una desconocida, me dijo yo tan abusiva, peor si le estoy quitando el tiempo. Sonreí y le dije que no se preocupara, sonrío de vuelta y se despidió, me deseó un buen día y siguió su camino.

Creo que necesitaba alguien con quien platicar, la conversación no tuvo nada de profunda, pero se veía tan cómoda hablando, que no quise interrumpirla, más que para hacer comentarios de los pensamientos que quería validar.

¡Ah! Te veo y no puedo creer cuanto tiempo ha pasado, te veo y me pasa una película por la mente, tal vez no una película, sino el trailer de esos años juntos, y otra vez sonrío, es que de verdad la pasábamos bien. Ayer encontré una de tus fotos, estaba metida en el libro que compramos en aquella venta de libros usados. «La Sombra del Viento», estaba empolvado, y es que, desde que no estás no lo he vuelto a tocar, se quedó ahí, solitario en el rincón, rodeado de otros libros, pero más abandonado que el carro del vecino al que ya le creció grama por debajo. Empecé a limpiar y ahí estaba, lo sacudí y cayó tu foto: «El corazón se entrega una sola vez, las demás, es solo una copia barata la que se da. El mío será tuyo por la eternidad no matter what. Te amo.», Las páginas tienen párrafos marcados, frases subrayadas, supongo que le estaba dando importancia a lo importante. Lo volveré a leer.

A veces me he encontrado distraída, pensando en qué andarás haciendo ahora, te veo de vez en cuando pero solo cabe la cordialidad de dos conocidos que alguna vez fueron el amor verdadero del otro. Estaba pensando en lo que escribiste en la foto, ¿será cierto eso? ¿será que tu corazón siempre va a ser mío? Fijate que pensando en todo eso, llegué a comprender que te amo, aún lo hago, pero ahora es diferente, ahora te amo sin apego, sin necesidad de tenerte a mi lado, de hecho a veces se me olvida tu existencia y a veces te siento muy dentro de mí, como cuando sentía esa conexión de nuestras almas. Me basta con verte feliz, vi que te casaste, te veías guapo en las fotos de tu boda; que bueno que tomaste ese paso. No estoy muy segura de si mi corazón es el original o ya se convirtió en una de esas copias baratas que dices, solo sé que dentro hay luz y amor.

Te veo entretenido escuchando todo esto que tenía que sacar, o bueno, más bien, leyendo entretenido mis textos, y te lo agradezco, siempre has sido muy bueno para escuchar –leer–. Ojalá algún día nos encontremos en aquel viejo café para charlar un poco y otra vez, caer a la cordialidad de dos desconocidos que un día fueron novios.

 
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Publicado por en 19 de septiembre de 2015 en Uncategorized

 

Dejo mi protesta digital y me la llevo a la calle

22:56 Sé que un día voy a contarle esto a mis hijos, y si bien me va a mis nietos. Hoy le dije a mi hermana que sentía un poco de ansiedad, la he sentido en los últimos días, mi mamá y mi hermana también han sentido lo mismo. Creo que todo empezó el día de la captura de Baldetti (la ex vicepresidenta de Guatemala). Pareciera que a pesar de no ejercer periodismo como tal desde hace algunos años, aún el cuerpo me pide esa adrenalina de la noticia de alto impacto. Normal, cómo decir que no es mi naturaleza.

Cuando estaba en la universidad, uno de mis cursos favoritos era el de Pensamiento Político, con el Dr. Walter Hillermann, desde entonces en mí empezó a despertar algo que ahora ya sé que se llama conciencia, es cierto, a ratos se me ha olvidado y he dejado que todo pase sin que me afecte. Sí, yo he sido ese tipo de guatemalteca que si no le afecta no se indigna. Pero ese sentimiento que provocaban mis clases resurgió con la indignación de otros millones más en Guatemala.

Las manifestaciones que iniciaron en abril, las han visto alrededor del mundo, muchos las han tomado de ejemplo para sus propios países y quisieran hacer lo mismo que nosotros. Han tenido sus altas y bajas, pero esta noche, muchos nos preparamos para que mañana volvamos a estar aún más unidos.

Pensé que la asistencia de muchos iba a ser a nivel personal, pero desde ayer poco a poco he visto como universidades, colegios, tiendas, restaurantes de todo tipo han manifestado que este 27 de agosto van a cerrar y a unirse al Paro Nacional. ¿Se van a registrar pérdidas? Sí, para muchos así va a ser. Pero me quedo con lo que me dijo mi hermano hace unas horas «sacrifico un bien personal, por uno colectivo». Siento admiración por todos los que tomaron la valiente decisión de perder un poquito para unirse por Guate. Este paro no es por nosotros, es por nuestro país, por la tierra que amamos.

Si usted puede ir a manifestar mañana, hágalo. Si tiene que trabajar, pida permiso, tal vez se encuentre con la sorpresa de que lo dejen ir. Si usted es empresario, permita a sus empleados que ejerzan el derecho a manifestarse –Artículo 33 de la Constitución de la República– y acompáñelos, sea por una vez en su vida, el guatemalteco que siempre ha querido ser. Si definitivamente es imposible su presencia, lleve en el corazón la consigna de paz y amor por Guatemala. Manifieste su descontento de una u otra forma, pero hay que hacerlo. Hay que unirnos de nuevo.

Mañana dejaré de indignarme en redes sociales, mi protesta digital me la llevo a la calle. Ya estoy lista para cantar a todo pulmón el Himno Nacional y sentir como se me enchina la piel. Por cierto, voy a ir con mi familia, incluyendo a mi abuelo. Ojalá podamos vernos y darnos un fraterno abrazo.AsPkpYUJqFJaE1w_50CKzmFvnIt0QOGHsySD_UyXLweX

Posdata

Para mis amigos en México. Muchos han hablado del ejemplo que Guatemala representa para muchos en este momento. La indignación nos ha llevado a lo que hoy estamos haciendo, pero nos tomó muchísimos años y tocar fondo. Ustedes no necesitan caer a lo más bajo, nuestros países tienen grandes similitudes y diferencias, especialmente en los casos de corrupción en el gobierno, por eso los comprendo. Pero hay esperanza, se los dice una guatemalteca indignada que eligió México para vivir.

 
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Publicado por en 26 de agosto de 2015 en Uncategorized