Siempre me han gustado las canciones de Natalia Lafourcade, tal vez hay alguna que no, por el exceso de miel, pero el punto es este:
Hace algunos meses escuché Hasta la raíz, y recordé a un amor, a ese que después de muchos años aún provoca una sonrisa con sus recuerdos.
Ya no está, ya no duele, ya es pasado. Pero mucho de lo que viví con él me hace ser quien soy hoy, es parte de mi raíz.
Esta vez la volví a escuchar y recordé a alguien que amo y la canción penetró aún más, porque le dio significado al sentimiento que ahora guardo.
Mi abuela murió un mes atrás de esta publicación. Su pérdida ha sido dolorosa, quienes han padecido una saben a qué me refiero. Creí que iba a ser un proceso difícil de llevar, pero hasta la fecha he tenido una mezcla de muchos sentimientos.
Ya no está, su voz ya no se escucha en la casa.
“¡Mamí, siéntese!”, ya nadie le pide que se deje de levantar durante el almuerzo y ya no hay quien pregunte “¿Cómo le fue mamaita?”.
Hoy escuché de nuevo la canción, y esta vez de verdad la escuché.
Les dejo la letra, para que comprendan a qué me refiero:
Sigo cruzando ríos, andando selvas, amando el sol. Cada día sigo sacando espinas, de lo profundo del corazón. En la noche sigo encendiendo sueños, para limpiar con el humo sagrado cada recuerdo.
Cuando escriba tu nombre en la arena blanca con fondo azul, cuando mire el cielo en la forma cruel de una nube gris aparezcas tú, una tarde suba una alta loma mire el pasado, sabrás que no te he olvidado
Yo te llevo dentro, hasta la raíz. Y por más que crezca, vas a estar aquí. Aunque yo me oculte tras la montaña y encuentre un campo lleno de caña, no habrá manera, mi rayo de luna, que tú te vayas.
Pienso que cada instante sobrevivido al caminar y cada segundo de incertidumbre, cada momento de no saber, son la clave exacta de este tejido que ando cargando bajo la piel. Así te protejo, aquí sigues dentro.
Yo te llevo dentro, hasta la raíz. Y por más que crezca, vas a estar aquí. Aunque yo me oculte tras la montaña y encuentre un campo lleno de caña, no habrá manera, mi rayo de luna, que tú te vayas.
La abuela es mi raíz, y será por toda la eternidad lo que conforma mi ADN.
Su legado está en mis ojeras permanentes, en los colochos arrepentidos. Su herencia está en mi vida, en cómo viva cada uno de mis días, y esa, es la mejor honra que puedo hacer a su memoria.
Mucho de lo que viví con ella, me hace ser quien ahora soy.
Recordarla hoy, un mes después, me llena de sentimientos de agradecimiento, paz y satisfacción por todo lo que vivimos juntas, y comprendo que desde otro espacio ella es testigo de mi futuro.
Un beso hasta el cielo, mi Socorrito.